Hace unas semanas, Jacinda Ardern, ahora ex primera ministra de Nueva Zelanda, decidió colgar los guantes. Y vaya que lo hizo con un discurso que ha dado mucho de qué hablar:
"Puedes ser ansioso, sensible, amable y mostrar tus sentimientos sin tapujos. Puedes ser un nerd, un llorón y que te guste andar abrazando a la gente, y aun así, liderar. Igual que yo”, soltó con los ojos húmedos.
“Yo solía pensar que es imposible ser ‘preocupona’ como yo y estar aquí, pero he comprobado que sí, que se puede”.
Creemos que este discurso sincero nos deja ver un bonito ejemplo del Eneatipo 6. También nos hace recordar lo que una persona del Tipo 6 sana, con sus fortalezas bien puestas, puede lograr si se lanza a ejercer el poder.
Cuando Ardern asumió como primera ministra en el 2017, a sus políticamente tempranos 37 años, se convirtió en una de las líderes más jóvenes de un mundo habitado por dinosaurios políticos. Y al año siguiente, volvió a hacer historia al dar a luz mientras seguía a cargo de su país. ¡Una crack!
Durante su mandato, llevó las riendas del país con garra y corazón. Sorteó obstáculos como una pandemia global, un ataque terrorista y hasta una erupción volcánica que hicieron temblar el país hasta los cimientos. Y así fue cómo Nueva Zelanda se convirtió en un ejemplo para el resto del mundo.
Contó sin rodeos sobre su inseguridad y ansiedad, y cómo le pegaban en su día a día como primera ministra: "No he cambiado. Me voy de este puesto tan sensible como siempre, pensando en lo negativo y odiando las 'sesiones de preguntas' a tal punto que me pasaba días sin ganas de comer. Pero aquí estoy, para decirles que pueden ser ese tipo de persona y aun así, estar aquí".
También se confesó sobre sus dudas y debates internos antes de aceptar un rol que "jamás pensé que me iba a tocar". Describió su lucha como "un cruce entre sentir la obligación de manejar un tren en movimiento y sentir que el tren te atropella, todo de una. Y eso es porque mi resistencia interna a tomar el mando solo se equipara con mi gran sentido de responsabilidad".
Y aun lidiando con su propia ansiedad, Ardern se va del cargo como un ícono mundial, dejando un legado en las mismas áreas que la llevaron a meterse en la política: "el cambio climático, la pobreza infantil y la desigualdad".
La misma sensibilidad que le hizo sufrir fue lo que la hizo admirable: su honestidad, humildad y preocupación por los demás. ¡De pie por favor, un aplauso!
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